Ana Falú: “Sentirnos más seguras en las ciudades empodera”
Ana Falú (Argentina) se define como “feminista, académica, pluralista y defensora de los Derechos Humanos”. En este orden. Falú es asesora de la ONU Hábitat en género, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), maestra del Instituto de Investigaciones de Vivienda y Hábitat (INVIHAB) de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) y consejera del Fondo de Mujeres del Sur.
Charlamos con la arquitecta cuyos estudios nos aproximan a esa ciudad para todas y todos. La misma apuesta por una manera de entender el urbanismo y la planificación como una acción colectiva en la que todas las realidades deberían estar representadas.
¿Qué es lo que más le preocupa de las ciudades de hoy en día?
Dos temas surgen como los más preocupantes para mí. Por un lado, las desigualdades que, como dice Saskia Sassen, son bordes dentro de las ciudades y expulsiones.
Rita Segato (escritora, antropóloga y activista feminista argentina), por su parte, nos habla de la Dueñidad, más que de la desigualdad. Es decir, hace referencia al extractivismo creciente, a las desigualdades extremas, a la apropiación del suelo y de los bienes urbanos y al sistema de financiación de la vivienda (la vivienda concebida no como un bien de uso para resolver el problema habitacional de las personas, sino como un bien financiero que resguarda la acumulación).
Esto es comprensible hasta un nivel, dada la fragilidad de nuestros sistemas financieros. Sin embargo, cuando el parque habitacional de Córdoba (Argentina) tiene un 27% de viviendas vacías en especulación y hay más de un 10% de personas viviendo en condiciones de precariedad, esto no debe ser tolerable.
Por otro lado, la omisión de las mujeres (mujeres, en plural, teniendo en cuenta la diversidad de identidades). Las mujeres que, entre los pobres, son las más pobres. Las mujeres que son el único sostén de sus dependientes; las que tienen más del doble de hijos que las mujeres más ricas según CEPAL 2018. Y no sólo hablamos de la omisión de ellas, sino que también se omite a buena parte de los hombres, esos que no forman parte del “universal” masculino de la sociedad androcéntrica (joven, blanco, productivo y heterosexual).
La pandemia nos ha hecho más conscientes de la necesidad de un entorno amable; ¿qué receta propondría para mejorar nuestro entorno próximo?
No creo en las recetas. No creo que el entorno amable sea igual en la Matanza que en Jujuy o en Ushuaia. Creo en la aproximación plural, multicultural, que reconoce esa rica diversidad social, que comprende que hay distintos tipos de arreglos familiares y hogares, culturas, tradiciones. Entonces NO hay recetas, y lo expreso de manera enfática.
Sin embargo, diría con el mismo énfasis que no habrá “entornos amables” si descuidamos algunos valores. Por ejemplo, no se trata de pensar en supuestas claves de neutralidad, sino de visibilizar las diferencias de ser mujeres y hombres y las identidades múltiples que nos atraviesan, raciales, étnicas, etarias, sexuales, etc.
En segundo lugar, apostaría por una política de género inclusiva, o sea, no un gineceo (o una ciudad para las mujeres como la imaginaba Christine De Pizan sobre el año 1400), sino una ciudad para todos y todas, democrática. La pandemia mostró que en las ciudades más democráticas hubo menos pérdidas humanas. Se trata de no omitir, no neutralizar e incluir la perspectiva de género, que valga la redundancia, es inclusiva.
Las barreras físicas en el urbanismo están a la orden del día. ¿Cuál debería ser el primer paso para crear una ciudad centrada en los cuidados y la cohesión social?
Atender las diferencias, las personas con discapacidad, incorporar señales en braille, rampas para las personas discapacitadas… pero no solo eso: también son necesarias rampas para circular con un carrito de bebé, para poder cruzar cuando caminas con bastón o muletas, etc. Esa es una ciudad amable para todos y todas, la que piensa en clave de inclusión de la multiplicidad de problemas y condiciones.
Hay también otro tipo de barreras en las ciudades: hay barreras visibles y otras invisibles pero tangibles, como las que existen entre la riqueza y la pobreza. Por ejemplo, los muros de púas con guardias de seguridad en los conjuntos de viviendas de perímetro controlado, en donde quien entra o sale debe identificarse. Se construyen “ciudadanías en sospecha” y “ciudadanías del miedo”, como dice Susan Rotker (2002). Se trata de conjuntos de riqueza que se apropian de la calle, que debe ser pública y al mismo tiempo, asentamientos de precariedad, donde se elevan muros que ocultan la pobreza. Pero no es solo pobreza económica, también es carencia de los derechos de los ciudadanos: sin servicios, sin transporte, sin seguridad.
Entre los grandes proyectos que usted impulsó encontramos la iniciativa “Ciudades sin violencia hacia las mujeres, ciudades seguras y para todos” ,siendo Directora de UNIFEM (hoy, ONU Mujeres). ¿Cómo resultó la iniciativa y qué conclusiones extrae?.
Este proyecto regional, pionero en América Latina, fue inspirador para otros programas globales. El mismo, a su vez, tomó parte de las propuestas elaboradas por Anne Michaud para Toronto y Montreal a finales de los 90.
El proyecto regional fue implementado por la Red Mujer y Hábitat de América Latina, coordinada en aquel momento por CISCSA -Centro de Intercambios y Servicios para el Cono Sur - y ejecutada por UNIFEM, hoy ONU Mujeres. Este proyecto tuvo su génesis en CISCSA y, cuando tuve el privilegio de liderar la Oficina de Brasil y los Países del Cono Sur, impulsé el mismo junto a otros proyectos regionales con el aporte de AECID, la cooperación española para el desarrollo.
Participaron gobiernos locales, universidades y la REPEM Red de Educación Popular entre Mujeres. Fue un proyecto insignia que dejó múltiples aprendizajes e invitó a la reflexión y a abordajes teóricos sobre las violencias en los espacios públicos entendidas como el *continuum de las violencias puertas adentro.
El proyecto presentaba seis líneas estratégicas de trabajo:
- Producción de Conocimiento e innovación. Observatorio Regional Ciudades, violencias y género.
- Sensibilización y Capacitación de Actores.
- Experiencias territoriales participativas.
- Fortalecimiento de Redes para la incidencia en política.
- Asistencia técnica.
- Formación especializada.
Los resultados de estas líneas fueron numerosos y siete ciudades de siete países se sumaron como iniciativa propia.
Ejemplo de resultados son los que logramos como CISCSA en Rosario (Argentina), en el trabajo y aportes a mejorar las gestiones de las Políticas de Seguridad, políticas públicas en torno a la violencia de género. Se avanzó en:
- Inclusión en el III Plan de Igualdad de Oportunidades y de trato del Eje Ciudades seguras e inclusivas.
- Protocolo de actuación de la Guardia Urbana Municipal (una iniciativa más que interesante que lamentablemente no continúo) para prevenir y atender
situaciones de violencia y maltrato hacia las mujeres en la ciudad (Decreto N°2621/08). - Agentes de la GUM capacitados/as en la temática. Mesa de Trabajo GUM-Área Mujer.
- Creación de la categoría violencia de género en el sistema de registro de la GUM.
También impactó en el Diseño de la ciudad y mantenimiento de los espacios públicos para una ciudad segura. Se logró en aquel momento y algunas iniciativas continúan aún hoy, como:
- Experiencias de co-gestión participativa para la recuperación de espacios públicos barriales incluyendo la perspectiva de las mujeres. Articulación entre los grupos de mujeres y diferentes áreas del gobierno municipal central y
descentralizado. - Inclusión de la perspectiva de la seguridad de las mujeres en proyectos del Presupuesto Participativo.
Otro aspecto de significación fue trabajar sobre el mayor uso y disfrute de los espacios públicos:
- Sensibilización sobre el tema a organizaciones e instituciones comunitarias.
- Experiencias positivas de articulación de una diversidad de actores en acciones socioculturales para promover la apropiación de los espacios públicos por parte de las mujeres y la convivencia ciudadana.
- Campañas, y acciones de sensibilización a la ciudadanía en general.
Todo esto nos deja las siguientes conclusiones:
- Un punto central del derecho a la ciudad de las mujeres lo constituye el derecho a ciudades seguras para las mujeres.
- Implica a los actores políticos, a expertas/os, feministas, organizaciones de mujeres, instancias gubernamentales, etc., para diseñar políticas públicas de seguridad urbana que prevengan y atiendan la violencia sobre las mujeres y las niñas/os en los espacios públicos, la calle y el transporte.
- Privilegiar un enfoque preventivo por sobre el punitorio y represivo, involucrando a distintos sectores sociales y que integren la seguridad urbana como atributo social en el espacio físico.
- Educar a la población. Promover campañas de sensibilización involucrando a diferentes sectores: la comunidad educativa y los medios de comunicación desde su rol de principales formadores de opinión.
¿Qué papel debe jugar el feminismo en la construcción de la ciudad del futuro?
Participar, proponer, construir argumentos, seguir siendo implacable en las demandas y en la innovación. Eso hacemos. Ojalá tener ciudades más democráticas para ello y no solo la paridad política, tan necesaria, sino la paridad en la vida cotidiana, en la vida reproductiva.
¿Cómo puede empoderarse a los ciudadanos a través de la arquitectura y el urbanismo?
La arquitectura no resolverá las violencias pero sí puede contribuir a partir del diseño de los espacios públicos, de sus equipamientos, iluminación, compacidad, etc., a que las mujeres puedan sentirse más seguras.
Sentir seguridad empodera. En otros campos de trabajo como el cuidado, es fundamental cómo se planifican las ciudades ya que el atributo de la proximidad es central. Dada la división sexual del trabajo que define roles diferenciados, la proximidad de los servicios les permitiría a las mujeres disponer de más tiempo, por ejemplo. Se trata de pensar en clave colectiva más que individual; pensar en servicios colectivos y planificar en clave de género implica esta inclusión de lo reproductivo y no solo pensar en criterios de ciudad burguesa dividida en productiva y reproductiva.
Una ciudad para todas y todos implica no ser neutral. Según Ana Falú, conocer, indagar y aceptar las diferentes realidades de los ciudadanos nos llevará a crear una ciudad realmente inclusiva. La participación de diferentes actores, el dar voz a diversas realidades y el trabajar sobre ello como una potencialidad, no como un escollo en el camino, será la forma de dar con esa ciudad ideal.
El camino es largo, pero en el trayecto, la arquitecta ha demostrado que se puede y se debe luchar por la inclusión desde el urbanismo y la planificación.
*Continuum de la violencia de género, entendida como parte de un contexto histórico, no como un hecho aislado (una violencia social, cultural, de roles asignados, que se reproduce dentro y fuera del hogar).