¿Puede el metaverso ayudar a la ecología?
Aunque el aumento del volumen de datos amenaza con incrementar el impacto ecológico del nuevo Internet, diversos estudios ven la esperanza en que lo virtual ayude a preservar el medioambiente
¿Cara o cruz? La moneda, hablando del metaverso y la ecología, cae en realidad por ambos lados. El metaverso, un nuevo paradigma que pretende llevar Internet a un formato más inmersivo, mediante dispositivos de realidad virtual y aumentada, implica que la cantidad de volumen de datos que circulan online va a subir exponencialmente. Intel, uno de los mayores fabricantes de ordenadores del mundo, estimó que el gasto energético necesario para mantener el metaverso sería 1.000 veces superior al actual.
Y eso automáticamente significa un impacto ecológico mucho mayor del mundo digital en el mundo real. Ese impacto ya se estima como una parte más que relevante de la contaminación mundial. En 2015, la consultora Gesi.org publicaba un informe que apuntaba a que la huella de carbono del mundo digital era equivalente a toda la industria mundial de la aviación. Es decir, un 2% de todas las toneladas de carbono vertidas a la atmósfera anualmente.
¿Pero qué habilita el metaverso y el nuevo paradigma de internet ultra rápida del 5G? Múltiples oportunidades para convertir las actividades físicas, que implican un intercambio humano en un mismo lugar, en remotas. Actividades tan críticas como una cirugía. En el último congreso mundial Future Surgery Show, celebrado en Londres, los profesionales del sector abrazaron el metaverso como una oportunidad de que una operación pueda ser realizada por el mejor especialista en la otra punta del mundo. ¿La clave? La precisión que este mundo digital de alta velocidad permitirá manejar robots cada vez más precisos que no hagan necesaria la presencia física del cirujano en la sala. A corto plazo, el congreso estimó que sería posible hacer un equivalente de Google Maps de cada cuerpo humano para facilitar la navegación del cirujano por el cuerpo del paciente.
La dimensión laboral es la que más puede verse beneficiada. La capacidad de pasar de la videoconferencia o el zoom a una presencia digital equivalente a la real, conservando todo el lenguaje corporal de cada individuo, podría tener un enorme impacto en la merma de los viajes de negocios y de la necesidad de oficinas físicas. La pandemia del coronavirus ya ha allanado en camino, con países como Francia (47%), Japón (28%) o España (14%) en cifras récord de aumento en 2020, según datos de la OECD. Un metaverso con todos los beneficios de una presencia física empujaría en esta dirección, ayudando a eliminar, por ejemplo, otro 2% de las emisiones globales de CO2, las que emiten los viajes de negocios.
Otros aspectos potencialmente beneficiosos del metaverso para un futuro más verde están asociados con un cambio en una de las mayores fuentes de contaminación industrial: la moda, responsable del 10% de emisiones de CO2 mundiales. El auge de la moda virtual, de la personalización de avatares y de ropa que solo existe online, con marcas como Gucci o Adidas sumándose al metaverso, podría tener un impacto drástico a medio plazo en la necesidad de hacer de la moda algo que se viste en el mundo físico. Algunas marcas ya se atreven a ponerle cifras, como en el caso de Dress X que presume de que la reducción en el impacto ecológico al vender una prenda digital, en su caso, es del 97%. En paralelo, la posibilidad de visualizarse con la ropa que uno exactamente quiere comprar recortaría también la necesidad de sobreproducir de las marcas. Un artículo de Nature de abril de 2020 destacaba que actualmente se produce el doble de ropa que hace veinte años.
Y otro impacto que no tiene cifras, pero que los académicos consideran clave, es el del metaverso y lo virtual en la conciencia ecológica. Estudios como el realizado por la Universidad de Utah y la Universidad de Texas demuestran que el someter a un grupo de individuos a una experiencia virtual focalizada en crear una conciencia ecológica funciona. El estudio de los profesores Anthony Deringer y Adam Hanley concluyó que tanto aquellos participantes que experimentaron una experiencia en la naturaleza como los que la vivieron a través de la realidad virtual tuvieron “un efecto muy significativo” con respecto al grupo de individuos que solo completaron una encuesta. “Nuestros descubrimientos concluyen que las experiencias de realidad virtual tienen el potencial de impactar positivamente un comportamiento ecológico”.
¿Dónde está la clave de que estos beneficios aterricen en realidades? Fundamentalmente, en los data centers, los grandes corazones informáticos diseminados por todo el mundo que permiten el despliegue de Internet y en concreto de cuán verde sea la energía que consuman. Gary Cook, analista de Greenpeace, declaraba a The Guardian que si estos centros “se construyeran de la manera adecuada, podrían ayudar a la transición (a las energías renovables). Si se hacen mal, nos llevarán en la otra dirección y aumentarán nuestra dependencia de las fuentes de energía que tenemos que eliminar para gestionar el cambio climático.” La moneda, efectivamente, puede caer por ambos lados para el metaverso.