Día de la Tierra 2022: garantizar el futuro es urgente
El sexto informe de evaluación del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático) sobre la crisis climática que lleva por nombre 'Cambio climático 2022: impactos, adaptación y vulnerabilidad', lanza un mensaje contundente: hay que pasar a la acción y dejarse de promesas. Con motivo del Día de la Tierra 2022, analizamos los principales mensajes del documento.
Qué necesitamos: de la urgencia a la acción
Pese a las diferentes campañas de concienciación, las cumbres climáticas tan prolíficas en titulares pero tan tacañas en resultados, los Objetivos de Desarrollo Sostenible y los planes verdes de los países que claman reducciones de emisiones para dentro de diez o veinte años, el informe es implacable: demasiada palabrería y poca acción.
“Este informe entraña una seria advertencia sobre las consecuencias de la inacción”, manifestó en la presentación del informe Hoesung Lee, Presidente del IPCC. “En el informe se demuestra que el cambio climático constituye una amenaza cada vez más grave para nuestro bienestar y la salud del planeta. Las medidas que se adopten en el presente determinarán la forma en que las personas se adaptarán y cómo la naturaleza responderá a los crecientes riesgos climáticos”.
¿Cuál es el primer paso? Reconocer los riesgos climáticos. Para ello, el informe presenta datos actualizados que se pueden calificar de alarmantes: “En las próximas décadas el planeta afrontará diversos peligros climáticos inevitables con un calentamiento global de 1,5ºC. si se supera temporalmente este nivel de calentamiento, se generarán impactos graves adicionales, algunos de los cuales serán irreversibles. Se incrementarán los riesgos para la sociedad, en particular para la infraestructura y los asentamientos costeros de baja altitud”, resume el informe.
Cómo estamos: una amenaza para el bienestar de la humanidad y la salud del planeta
El panel de expertos señala que el cambio climático ha causado ya daños sustanciales y pérdidas irreversibles en todos los ecosistemas. Tal es el caso del hielo derretido de los glaciares (irrecuperable) y el ascenso del nivel del mar (las inundaciones afectan y afectarán a las zonas costeras de la Tierra, donde vive casi el 40% de la población humana).
La crisis climática inducida por el hombre tiene un impacto demostrado en el aumento de la mortalidad humana (y del resto de especies animales y vegetales) debido a la mayor frecuencia e intensidad de los fenómenos climáticos: grandes incendios, muertes de corales y de árboles, inundaciones, olas de calor...
El IPCC evidencia que el aumento de la frecuencia y gravedad de los fenómenos climáticos extremos se deben al “nuevo clima”. Es decir, que la probabilidad de que hubiesen ocurrido en el pasado, sin el incremento de emisiones de gases de efecto invernadero por parte del ser humano, sería menor de lo que es ahora. Incluso, serían poco probables hace unos años. “Por ejemplo, la ola de calor de Tokio en 2020 no puede ser reproducida por los modelos de clima si no se incluyen los gases de efecto invernadero”, como analiza el ecólogo José Manuel Moreno Rodríguez en su análisis para The Conversation.
El alcance y la magnitud de los impactos del cambio climático son mucho mayores que los estimados en anteriores informes. Y, por ello, advierten de los grandes riesgos en cuanto al medio y largo plazo.
“Hay en marcha una callada migración global de especies hacia los polos o hacia las montañas en busca del clima que han perdido donde vivían antes. Es como si el flautista de Hamelin hubiese puesto en marcha un plan para conducir a las especies del planeta hacia sitios más frescos. En todas las regiones del mundo se han dado eventos de calor extremo que se han cobrado miles de vidas. Casi la mitad de la población humana experimenta falta de agua, parte de la cual está causada por el cambio climático. El cambio climático está contribuyendo ya a crisis humanitarias en Asia, África y América Central”, especifica Moreno Rodríguez.
El IPCC confirma que el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero se ha ralentizado, cuestión positiva pero, de nuevo, insuficiente: las emisiones deberían reducirse drásticamente en cantidad y velocidad. El famoso objetivo acordado en Paris de limitar el aumento de temperatura en 2025 ae 1,5 º C respecto a los niveles de emisiones preindustriales, tampoco es suficiente; de hecho, el informe refleja que, de seguir los países tal y como actúan hasta ahora, llegaremos a alcanzar más del doble del límite de 1,5º C.
¿Qué objetivos debemos marcar en el horizonte próximo?
El Secretario General de la ONU, António Guterres, definió el informe durante su acto de presentación como “el expediente de la vergüenza” ante tantas palabras vacías: “El jurado ha llegado a un veredicto, y es condenatorio. Este informe es una letanía de promesas climáticas incumplidas que nos ponen firmemente en el camino hacia un mundo invivible”.
El informe deduce que el gran problema de las medidas adoptadas hasta ahora es que no son ambiciosas, que estas deberían incidir en la adaptación al cambio climático y, a la vez, lograr reducciones rápidas y pronunciadas de la emisión de gases de efecto invernadero: “los avances en materia de adaptación son dispares y las brechas entre las medidas adoptadas y lo que se necesita para hacer frente a los riesgos crecientes son cada vez más profundas. Estas brechas son mayores entre las poblaciones de menores ingresos”.
El panel de expertos del IPCC aporta una serie de ideas para facilitar esta adaptación:
- Guterres sentencia que “retrasar la acción produce muerte” y llama, con extrema urgencia, a reducirlas emisiones un 45% de aquí a 2030, llegando a las 0 emisiones en 2050. Apunta a los combustibles fósiles, y exige el total abandono de estos en 2030 (y en 2040 para los países en desarrollo).
- Conservación y restauración de ecosistemas degradados (entre 30% y el 50% de los hábitats terrestres, marinos y de agua dulce): con ello, podríamos beneficiarnos de la capacidad de absorción de carbono de la naturaleza.
- Apoyo financiero y político para su consecución.
- Colaboración entre gobierno, sector privado y sociedad civil: “de este modo, se pueden conciliar diferentes intereses, valores y formas de ver mundo. Aunando los conocimientos científicos y tecnológicos con los indígenas y locales, las soluciones serán más eficaces”, apostillaba Debra Roberts, Copresidenta del Grupo de Trabajo II del IPCC en la presentación del documento.
Las ciudades: epicentros de la lucha contra la crisis climática
'Resiliencia' y 'adaptación' son las palabras que definen el camino que deberían seguir las ciudades : incrementar la capacidad de adaptación a la nueva realidad climática (y a los futuros fenómenos meteorológicos) para incrementar la resistencia de estos grandes ecosistemas urbanos ante un proceso que es ya irreversible.
La sociedad es víctima pero también verdugo de sus propios hábitos de consumo. Los grupos sociales más impactados por la crisis climática son “los residentes urbanos marginados económica y socialmente, por ejemplo, en los asentamientos informales”. El modelo social y económico actual incide en la capacidad de reaccionar ante los riesgos: aquellos afectados por la desigualdad y la segregación por raza, etnia o género, se verán impactados en mayor medida por la crisis climática, al estar menos estructurada y contar con menos recursos para esa resiliencia.
Aunque el informe alaba las medidas tomadas por algunas ciudades en cuanto su adaptación, también pone el foco en esas acciones en nombre de la mitigación de los efectos del cambio climático que resultaron en un incremento de la vulneración de poblaciones en riesgo de pobreza y exclusión. Para que las ciudades sean resilientes no pueden dejar a nadie atrás.
Para ello, proponen planificar cuidadosamente medidas de adaptación “las acciones de adaptación pueden reducir la exposición al riesgo climático, así como reducir la pobreza urbana, avanzar en el desarrollo sostenible y mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero. Cuando las respuestas de adaptación son equitativas, y si se escuchan diversas voces en el proceso de planificación, es más probable que se atiendan las necesidades de los desfavorecidos y se pueden maximizar los beneficios de la sociedad en general”. Para ello, todos los niveles de gobernanza deben estar comprometidos desde el sector público al sector privado, el sector terciario, las comunidades y los intermediarios como las universidades o los think tanks.
¿A qué riesgos futuros se enfrentan las ciudades? A los mismos que ya están llamando a la puerta de estas: “Las temperaturas extremas, incluidas las olas de calor, se han intensificado en las ciudades, donde también han agravado los episodios de contaminación atmosférica y han limitado el funcionamiento de infraestructuras clave. Las infraestructuras, incluidos los sistemas de transporte, agua, saneamiento y energía, se han visto comprometidas por fenómenos extremos y de evolución lenta, con las consiguientes pérdidas económicas, interrupciones de los servicios e impactos en el bienestar”, resume el informe.
Las nuevas tecnologías y las innovaciones en el diseño son parte de las soluciones propuestas por el informe del IPCC, ya que “pueden mejorar la resistencia de coches, trenes, barcos y otros vehículos para hacer frente a un clima más extremo. Las transiciones en la movilidad tienen el potencial de mejorar la accesibilidad, influir en la forma urbana y reducir el uso de vehículos (y, por tanto, la degradación de las infraestructuras). Por ejemplo, el uso de vehículos eléctricos, vehículos de hidrógeno y una mayor utilización del transporte público, ayudan a reducir el efecto 'isla de calor urbana'. El uso compartido de vehículos puede reducir las emisiones de carbono en más del 50%”.
Los escenarios analizados en el informe indican que la intensidad de carbono del sector del transporte tendría que reducirse en aproximadamente un 50% para 2050 y hasta un 91% para 2100, combinándolo con una red eléctrica limpia. Sólo así se alcanzaría el objetivo de 1,5ºC.
Una reflexión final
El informe hace hincapié en el gran desafío: nuestra capacidad de adaptación y resiliencia ya se ve limitada por los actuales niveles de calentamiento: “y será más limitado si el calentamiento global supera los 1,5 °C; en algunas regiones, este desarrollo será imposible si el calentamiento global aumenta más de 2 °C”. De ahí la extrema urgencia para pasar a la acción a todos los niveles y para todas las personas de la sociedad (poniendo especial énfasis en la igualdad y la justicia). “La financiación adecuada, la transferencia de tecnologías, el compromiso político y las asociaciones incrementan la eficacia de la adaptación al cambio climático y la reducción de las emisiones”.
Retomando las palabras de António Guterres, tanto el sector público como el privado es consciente de lo que deben hacer. Pero es hora de actuar: "Las decisiones que tomen los países ahora marcarán o romperán el compromiso de 1,5 grados. Las promesas y los planes climáticos deben convertirse en realidad y en acción, ahora".