Un país de iguales
Chile acaba de aprobar, tras años de negociaciones, la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo. Bajo el título de Ley de Matrimonio Paritario, el país latinoamericano entra dentro del club de sociedades avanzadas que reconocen, de facto, la igualdad entre las personas.
“Cómo se engaña el hombre y cuán en vano da reglas que prohíben y condenan”, escribió el poeta homosexual Luis Cernuda. Sus versos fueron empleados por José Luis Rodrigez Zapatero al proclamar el matrimonio igualitario en España. Y es que, una cortina de libertad parece sacudir al mundo, que camina hacia la igualdad a pesar de las guerras. De las injusticias. De la controversia de pensar diferente o haber nacido en una geografía determinada. El último país en entrar por la puerta legal de la no discriminación es Chile. Con la aprobación de la ley del matrimonio igualitario, el país latinoamericano se ha convertido en el trigésimo país del mundo que equipara estas uniones a las heterosexuales, el noveno en el continente americano. La nueva ley reconoce a las parejas del mismo sexo los mismos deberes y derechos que tienen los matrimonios heterosexuales de acuerdo a la constitución y leyes del país. La aprobación ha sido posible tras una larga lucha de colectivos LGBTIQ+, algo que parecía una quimera desde que el país volvió a la democracia en 1990. El proyecto había llegado hasta el Parlamento en 2017 cuando la expresidenta Michelle Bachelet primero y el presidente Sebastián Piñera después, decidió acelerar su trámite en el Congreso. La Fundación Iguales, que trabaja por los derechos de las personas LGBTIQ+ ha sido uno de los colectivos más combativos en el desarrollo de esta ley. Liderados por la jueza Karen Atala, reconocen que se ha logrado una conquista histórica para ser “ciudadanos de primera clase, dignos y decentes”.
El movimiento LGBTIQ+ en las empresas
Fabrice Houdart, Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, recuerda que en las Naciones Unidas “creemos que las empresas juegan un papel crítico a nivel internacional a la hora de garantizar los derechos de las personas LGBTI y, por eso, creamos los Principios de Conducta de Naciones Unidas (Global Standards of Conduct for Business) para guiar a las empresas en la erradicación de la discriminación laboral de estas personas. Estas directrices de la ONU han sido seguidas por números empresas y organizaciones, comprometidas en fomentar un ambiente de trabajo inclusivo. En el estudio “LGBTI Diversity. Show me the Business Case”, llevado a cabo por Out Now y esponsorizado por AXA, solo la mitad o menos de la mitad de las personas LGBTIQ+ han sido capaces de reconocerse abiertamente LGBTIQ+ en el trabajo. Ello remite a una total discriminación y falta de reconocimiento de los derechos del colectivo LGBTIQ+ en el mundo empresarial como en la sociedad. En el informe "Diversidad LGBTI en la empresa”, publicado por la Red Empresarial por la Diversidad LGBTI ("REDI") se recogen testimonios de directivos como Laura Gonzalez Montero, de Eli Lilly and Company, que sostiene que “una empresa comprometida con la diversidad e inclusión LGBTI será más eficiente, atraerá a nuevos consumidores y empleados y lo más importante, retendrá el talento. Al contrario, una empresa que gestiona mal la diversidad en sus equipos puede perder su ventaja competitiva”.
No perdamos de vista que el matrimonio civil entre personas del mismo sexo es una realidad legal en apenas 28 de los 193 países miembros de la ONU. Además, hasta una treintena de territorios no independientes han legislado a favor de una igualdad legal en materia de matrimonio, según la asociación por los derechos del movimiento LGBTIQ+ ILGA. El último país en unirse a esta lista antes que Chile había sido Costa Rica, que en 2020 se convirtió en el primer país en Centroamérica en legalizar el matrimonio homosexual. Por delante, siempre en posición de vanguardia han situado Argentina, Brasil, Colombia, Uruguay y Ecuador. La aprobación de esta ley histórica en Chile ha seguido las palabras que expresó la ex presidenta Bachelet al enviar la norma al Congreso en 2017: "No puede ser que los prejuicios antiguos sean más fuertes que el amor”. Ahora, aprobada la ley, el presidente Piñera ha defendido la ley como una profundización en el valor de la pareja, para que incluya “la libertad de amar y formar familia con el ser amado”. Sin embargo, no se debe olvidar que, a pesar de que algunos países de América Latina han sido muy ambiciosos en el avance de los derechos de las personas LGBTIQ+, sigue existiendo una enorme diferencia entre las leyes y la calle: Ser diferente sigue siendo un peligro mortal en la región: Hasta 1.292 personas con una orientación sexual o identidad de género diversa fueron asesinadas entre 2014 y 2020 en diferentes países de Latinoamérica.
Una revolución social
La ley ha supuesto en el país latinoamericano una revolución social caracterizada por muchos como un reconocimiento en el respeto y la diversidad de sectores de la población que estaban discriminados por leyes anticuadas. Todavía es pronto para conocer el efecto transformador que tendrá la medida en la sociedad pero, a un mes de su aprobación, la directora ejecutiva de la Fundación Iguales, Isabel Amor, ha recordado los efectos simbólicos del matrimonio que esta ley viene a respaldar: “La gente no se casa por lo legal si no porque también se hace un gesto una ceremonia con su familia, con sus amigos, con la sociedad diciendo que se está formando una nueva familia. Y en lo técnico, lo más relevante es la filiación y cómo se regula el vínculo legal entre su padre o madre con sus hijos. Y ahora las parejas del mismo sexo pueden reconocer a sus hijos, eliminando una diferencia”. Con esta ley, Chile regresa a su rol de sociedad avanzada en Latinoamérica y vuelve a ponerse en el mapa de la vanguardia y madurez social con una ley igualitaria que reconoce a las personas sin ningún tipo de prejuicios.