Volver al trabajo ¿como antes?
Aunque el teletrabajo ha llegado para instalarse en nuestras vidas, las oficinas vuelven a abrir sus puertas. Y con ellas, las ciudades renuevan su movimiento cotidiano. Y también los atascos, el aumento de los niveles de polución y el regreso a pesadillas que creíamos olvidadas. ¿Tendremos que seguir usando la mascarilla pero con el fin de no ahogarnos en CO2? ¿Qué lecciones hemos aprendido de la pandemia y cómo lo están resolviendo en diferentes ciudades? Desde las salidas escalonadas de las oficinas a la creación de nuevos metros de transporte y carriles bici pasando por acuerdos bilaterales entre empresas y servicios de movilidad personalizada y sostenible, las opciones se multiplican. La ciudad quiere reinventarse en el regreso al trabajo. Y nosotros con ella.
Para muchos urbanistas, arquitectos y pensadores de la ciudad moderna, la pandemia de la COVID-19 ha sido una gran noticia. Y lo es porque sirve como lente de aumento para observar los problemas y complejidades urbanas de la sociedad postindustrial. Bajo el coronavirus, regresamos a lo local forzosamente, recuperamos los espacios inmediatos, nos reencontramos en el hogar, en el parque, en la calle deshabitada de coches donde nadie debe trasladarse a esos macro lugares que un día diseñaron para trabajar concentradamente o comprar con la mayor deportividad y todos apiñados. La ciudad que se plantea así ya no es una ciudad voladora y frenética, sino una ciudad viva como un ecosistema entre humanos y un medio menos antropizado, donde lo verde se cuida y se potencia. En estos días, la reciente política del ayuntamiento de Nueva York para proteger sus plantas y flores silvestres, esas que nacen entre el cemento, se antoja un pequeño gesto que contiene toda una revolución filosófica: Tras la pandemia, debemos habitar con más cariño los espacios y una nueva revolución semejante a la Bauhaus se está produciendo ahora, silenciosamente.
De Zoom al ‘brumbrúm’
Pero, después del experimento del confinamiento forzoso, del despegue del teletrabajo, de montarnos la vida en zoom y aprender a vestirnos y a decorar un rincón de la casa para las videoconferencias, el engranaje del mundo avanza: volvemos a las oficinas. Si bien todos los expertos vaticinan que las grandes áreas de oficinas del pasado son ya parte del pasado, la realidad es que en este mes de septiembre son legión quienes cuelgan la parte de abajo del chándal y regresan a la máquina de café de su oficina para cotillear con sus compañeros de trabaja cara a cara (mascarilla mediante). ¿Qué le sucederá a ese súper organismo que es la ciudad mientras las empresas y ciudadanos se reconfiguran a toda prisa? Hay ciudades que están dando pasos de gigante en estos meses para no perder lo ganado y seguir sumando enteros hacia un futuro más silencioso, más neutro en carbono y menos estresante. En México DF se han inventado un nuevo sistema de transporte que conecta una parte de la maltratada periferia de la megaurbe con una importante estación de metro, Indios Verdes. Y lo hace a través del aire: su nuevo Cable Bus es un telesilla gigantesco que se despliega por los barrios humildes y sobrevuela las distancias conectando hasta 140.000 pasajeros al día y liberando a la ya congestionada capital de más vehículos innecesarios y embotellamientos inevitables.
Nuevos modelos híbridos para sumarse a la solución
Mientras las empresas buscan modelos híbridos que mezclen lo bueno de la presencialidad con las ventajas de trabajar en remoto unos días a la semana, la promoción del transporte alternativo parece una de las soluciones más fuertes en esta era de transición hacia espacios urbanos mejores. Las alternativas de transporte sostenible se antojan no sólo un modo efectivo para garantizar la protección de sus trabajadores, sino también atrapar carbono y sumarse a la solución y no al problema. A nivel europeo, por ejemplo, la explosión de la bicicleta es una realidad indiscutible. Las principales ciudades, con París, Berlín y Londres a la cabeza, han creado hasta 1.000 kilómetros nuevos de carriles bici, mientras los usuarios de la bicicleta se multiplicaban por dos. El ciclismo urbano reluce por su capacidad de ser sostenible, de bajo impacto y que ahorra espacio, a pesar de que sus deficiencias para trayectos medios sigue siendo su gran hándicap. Recordemos que en países como España, más del 60 % de los desplazamientos al trabajo se producen en vehículo privado motorizado y la vuelta generalizada a la oficina puede suponer el regreso de la mala calidad del aire, los embotellamientos y la inoperancia. Muchas empresas están optando por el trabajo mixto que, en lo presencial, contempla horarios diferentes para los trabajadores con el ánimo de relajar la presión de los vehículos en las calles y de conseguir un aterrizaje suave en este cambio de situación. Y en cuanto al transporte público, aunque continúa presentando retos en cuanto al espacio, las frecuencias y el riesgo de contagios, su expansión se considera inevitable. ¿Y qué pasa con muchos trabajadores que deben desplazarse y no tienen alternativa a su vehículo privado? Nuevas alternativas como los acuerdos de movilidad entre empresas y servicios de movilidad sostenible como Cabify plantean soluciones de futuro que combinan la eficiencia con el control construyendo una opción manera práctica y segura para desplazarse por la ciudad, trasladarse al aeropuerto o promover desplazamientos colectivos sin sumar más coches innecesarios al flujo de tráfico de las ciudades. Un sistema que permite a cada cual establecer sus reglas propias y reinventar el movimiento por la ciudad de manera diferente y ayudando a que la ciudad respire. Un servicio para empresas y clientes con diferentes categorías presente en ciudades de España y América Latina para viajar cómoda y más limpiamente.
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