Que una empresa sea sostenible y, sobre todo, que contribuya a la sostenibilidad, no pasa única y exclusivamente por su propia actividad, sino que va más allá, tiene que ver con toda su cadena de valor No en vano, para medir cómo una compañía impacta en la sociedad y en el medio ambiente no se tiene solo en cuenta el producto o el servicio ofertado, sino todo lo que ha sido necesario para darle forma: desde la obtención de las materias primas hasta su salida del mercado.
De esta manera, de cómo nuestros proveedores minimicen los riesgos impactará en que desarrollemos nuestra actividad sin sobresaltos. El que cumplan o no, y cómo lo hagan, con los estándares de responsabilidad social y ambiental afectará al conjunto de nuestra sostenibilidad. Nuestra transparencia, honestidad y responsabilidad estarán condicionadas por las suyas. Y no olvidemos que, por supuesto, nuestra imagen de marca está vinculada con las suyas.
Y es que, “más allá de la importancia a nivel económico para las empresas, la trazabilidad y transparencia de los impactos ambientales y sociales de la producción de sus suministros es una demanda cada vez más exigida por los clientes”, como indica la Asociación de la Industria Navarra en su documento Ganando competitividad a través de la gestión responsable de la cadena de suministro.
Es decir, la evaluación del impacto ambiental y social de proveedores, y en general la gestión responsable de nuestra cadena de suministro, nos también permitirá minimizar los riesgos económicos y de reputación, así como ser más competitivos.
Ahora bien, ¿por dónde empezamos dicha evaluación? Recurrir a las certificaciones puede ser la primera respuesta que se nos venga a la cabeza. No obstante, son tantos los certificados existentes en la actualidad que su credibilidad, en ocasiones, está en entredicho.
Por eso, resulta interesante que adicionalmente sean las empresas las que desarrollen sus propios modelos de evaluación en los que establezcan los parámetros que tienen que cumplir sus proveedores. Resulta para ello fundamental saber qué debe incluir nuestro modelo, qué criterios medir y cuáles serían los siguientes pasos a dar.
Hacia un modelo propio para evaluar el impacto ambiental y social de nuestros proveedores
El modelo propio será la hoja de ruta que recoja los criterios, en lo que a impacto ambiental y social se refiere, que deben cumplir los proveedores de una empresa en el desarrollo de su actividad. Es habitual que además se incluyan aspectos relacionados con la gobernanza. Normalmente, suelen estar implicados en el proceso de su creación diferentes departamentos, los relacionados con compras, cuestiones jurídicas, sostenibilidad, calidad e innovación.
Dando por sentado el cumplimiento de la legislación vigente, a la hora de definir los criterios hay que tener en cuenta que estos incorporarán especificades de la industria y el sector en el que se mueva cada empresa. También, que suele ponerse el foco en aspectos con los que cada compañía se encuentra más sensibilizada o en aquello que se prioriza en los Códigos Éticos de los que algunas de ellas disponen.
Es más, si nuestros proveedores operan en otros países es necesario no perder de vista que en esta definición de criterios habrá que tener en cuenta factores como la idiosincrasia propia, así como la realidad geopolítica, medioambiental, socioeconómica y demográfica en la que se mueva cada uno de ellos.
De una manera más general, podemos decir que en cuanto a criterios ambientales suelen contemplarse puntos como “la eficiencia energética, el control y gestión de las emisiones de gases de efecto invernadero, el consumo responsable de los recursos naturales, la gestión de residuos y vertidos, y el ciclo de vida de los productos y el final de su vida útil”, como subrayan en este artículo de Erreese, consultora experta en Responsabilidad Social.
Si nos centramos en la evaluación social, conviene incluir cuestiones relacionadas “con el respeto a los derechos humanos y a las condiciones laborales”, indican. De ahí, se desprenden elementos como duración de la jornada laboral, turnos, compensaciones, beneficios sociales, formación, seguridad en el trabajo, negociación colectiva, persecución del trabajo forzoso o infantil… Y otros aspectos, como por ejemplo, la diversidad e inclusión.
Otros aspectos a tener en cuenta
La definición de este modelo es un primer, e importante, paso; pero en este proceso de evaluación no podemos olvidar que quedarían otros por dar. Así, a continuación, es necesario vigilar que nuestros proveedores cumplen con lo establecido. Para ello, es imprescindible recopilar datos, evaluar y auditar si se están alcanzando los objetivos marcados. Facilitar este punto puede pasar por recurrir a plataformas de gestión donde los propios participantes en nuestra cadena de suministro pueden ir añadiendo la información o datos que acrediten que alcanzan los KPI’s marcados.
En caso de no ser así, siempre puede optarse por acompañar a los proveedores en su camino para cumplir con estándares ambientales y sociales aceptables. ¿Cómo? Con una información clara sobre dichos estándares y los objetivos que se espera de ellos, y ayudándolos en los cambios y transiciones que puedan tener que llevar a cabo.
La evaluación del impacto ambiental y social de nuestros proveedores debería traducirse en una cadena de suministro sostenible. Para que este proceso se desarrolle con éxito, desde KMPG Tendencias, recomiendan fijar objetivos concretos con un alcance realista, profundizar en el conocimiento de la cadena de suministro, establecer un punto de partida concreto con indicadores de seguimiento cuantificables, incluir revisiones que garanticen el cumplimiento no solo de la normativa presente sino también de la futura, que las medidas propuestas estén alineadas con escenarios a corto, medio y largo plazo; que estas acciones se comuniquen interna y externamente de manera efectiva, y conseguir que estos esfuerzos se traduzcan en beneficios económicos.
Evaluar el impacto social y ambiental que los proveedores tienen en el desarrollo de su actividad resulta importante para la sostenibilidad de nuestra empresa, su gestión y su reputación; pero también tendrá consecuencias positivas en los mercados y sociedades en los que dichos proveedores operan. Y es que, sin duda, unas dinámicas social y ambientalmente responsables supondrán mejoras en el día a día de los trabajadores y contribuirán a aumentar la calidad de vida de los integrantes de una sociedad.
Cabify, como proveedor de soluciones de movilidad para las empresas, su misión es hacer de las ciudades lugares mejores para vivir. Para ello, por un lado, a nivel social nos esforzamos para que la inclusión, la diversidad y la equidad sean una realidad, tanto entre nuestros profesionales como para nuestros usuarios. Por otro lado, a nivel ambiental, hacemos que los viajes de las compañías con las que trabajamos sean neutros en carbono al compensar el 100% de sus emisiones en proyectos locales de los países en los que operamos. Además, cada vez estamos más cerca de nuestro objetivo de lograr que nuestra flota sea completamente eléctrica en 2030.