La innovación por un mundo sostenible
Todos los sectores productivos empujan la innovación para que cualquier acto mundano, desde asearse a transportar mercancías, tenga una filosofía verde desde la fase de diseño. La razón, el crecimiento exponencial de la inversión económica para parar el deterioro del medioambiente.
En Wellington (Nueva Zelanda) una casa de aristas duras se alza tres pisos sobre el suelo. Está enclaustrada en una ladera, fundida con el paisaje, y su espacio habitable es de unos 40 metros cuadrados, un apartamento unipersonal con su salón, su cocina, su baño y su dormitorio. Pero antes, esa casa eran tres contenedores que viajaban sobre los mares por medio mundo cargados de mercancías.
Es un ejemplo curioso de una tendencia global, la de reimaginar todos los sectores productivos y todas las actividades humanas desde la óptica de la sostenibilidad y la economía circular. El objetivo común es acuciante. Naciones Unidas lo fijó, en la cumbre COP 26 —la cita mundial preeminente para fijar la agenda internacional en materia de medioambiente—, en dos grandes metas: que el calentamiento global no suba de 1,5 grados y que se llegue al objetivo de cero emisiones en 2030, en apenas ocho años.
Un enorme esfuerzo económico colectivo acompaña a estas metas mundiales. Se espera que el sector de la recuperación medioambiental crezca a un ritmo superior al 8% durante el próximo lustro, según un estudio global de la consultora Market & Market. Esto significa que la inversión en el medioambiente crecería al doble de velocidad que el resto de la economía, indicando la enorme importancia que está cobrando el sector. En cifras, hablamos de 142.000 millones de euros en una fecha tan cercana como 2026. El sector de la recuperación medioambiental engloba la eliminación de cualquier contaminante que afecte al medioambiente, como el suelo, las aguas y aguas superficiales y los sedimentos. Es esencial eliminar el material tóxico y de desecho para proteger el medio ambiente.
Una parte esencial de ese objetivo pasa por estudiar, al detalle, el impacto que realizamos cada ciudadano a nivel individual en cada una de nuestras actividades mundanas. La higiene, por ejemplo, ha de ser repensada. El mundo de las finanzas se sorprendía de una de las inversiones de Tim Cook, el CEO de Apple, tras experimentar en primera persona una ducha peculiar en su gimnasio. Nebia, la startup responsable de esa ducha, lo sorprendió con una tecnología de agua atomizada que reducía el consumo de agua al 45% y sin embargo aumentaba la higiene personal al doble. Después de un Kickstarter exitoso que recaudó más de dos millones de euros, y de la inversión de Apple, la cifra en la que Nebia plantea su ambiciosa meta de ahorro de agua: 454 millones de litros. Un agua que, como recuerda la compañía, tendrá que satisfacer a casi 10.000 millones de personas en el mundo cuando el agua disponible para consumo humano solo alcanza el 0,8% de toda la hidrosfera terrestre.
Otro punto clave en nuestro día a día es el impacto que genera otra necesidad imprescindible: alimentarnos. La industria de la alimentación es responsable de un cuarto de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Volviendo brevemente al agua, nos gastamos un 70% de la potable en la agricultura. Pero no son solo la agricultura y la ganadería las responsables del impacto económico. El envasado y nuestros utensilios para comer también dejan su huella. Solo en Estados Unidos, 40.000 millones de cubiertos de plástico se usan y desechan al año.
La respuesta de la compañía hindú Bakey’s ha sido tremendamente original. Esta startup ha diseñado cubiertos que se pueden comer, pues están hechos de harinas, arroz o cereales. Los utensilios son de un solo uso y se ofrecen en tres sabores, dulce, picante o neutro. Si los comensales no quieren añadirlos a su dieta al final de su comida, estos cubiertos son biodegradables, y se descomponen por sí mismos en cinco días sin provocar ningún impacto ambiental. India es otro de los países que sufre una tremenda presión de plásticos, contabilizándose que solo en cubertería de este material se usan y desechan más de 140.000 millones de utensilios al año.
Más allá de compañías concretas, la acción ciudadana apoyada en la tecnología está jugando un papel central en este esfuerzo global hacia lo sostenible. Maria Kolesnikova, la última Campeona de la Tierra —premios de Naciones Unidas a individuos de cualquier nacionalidad que han tenido un impacto palpable en mejorar la ecología—, logró su contribución gracias a una app que permitía contrastar a los habitantes de la ciudad de Bishkek (Kirguistán) lo que ya sospechaban: que el domo gris ceniciento que cubría su ciudad era un smog que estaba teniendo graves consecuencias en la población local, especialmente en la infancia.
AQ.kg, la app desarrollada por la iniciativa activista que lidera Kolesnikova, Move Green, proporcionó mediciones de la contaminación del aire en tiempo real, tomadas en un lapso de 20 minutos. Tras recibir el premio, la activista reflexionaba así sobre el tomar responsabilidad individual para solucionar el problema colectivo del medioambiente: “Muy a menudo, te puedes desmoralizar como activista. Trabajas muy duro, no ves resultado a tu esfuerzo y sientes que no quieres continuar. Pero luego te das cuenta de que no. De que alguien tiene que tomar la responsabilidad para el futuro. ¿Por qué no hacerlo yo?” Un ejemplo más de que el esfuerzo colectivo por exprimir el ingenio para salvar el medioambiente es responsabilidad de todos los sectores: gobiernos, empresas y ciudadanos.