Políticas innovadoras de empresas: estrategias de impacto social
Las empresas son entes activos, generadores de trabajo, riqueza, infraestructuras, servicios… En un mundo cada vez más complejo, deben asumir su responsabilidad sobre el impacto que generan al medio ambiente, la salud, la desigualdad… La empresa que se quiera definir como “del futuro” tiene que mirar al futuro, siendo consciente, exigente y tomando medidas.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados en la Agenda 2030 de Naciones Unidas son la columna vertebral para navegar entre la complejidad de una realidad cambiante. Los ODS constituyen así una nueva forma de comprender la economía dentro de la empresa, ya que los objetivos económicos pasan a estar alineados con las cuestiones sociales y medioambientales: es la llamada economía de impacto social, basada en la transparencia y en los modelos económicos sociales que generen valor para la sociedad y el medioambiente.
Esa transparencia implica cambiar el foco poniendo a los grupos de interés en el centro: “La economía tradicional, al estar orientada hacia el retorno financiero, debe rendir cuentas casi exclusivamente a sus inversores y accionistas. La economía de impacto exige, por su propia definición, tener una mirada más amplia y poner a todos los grupos de interés en el centro. Así, por ejemplo, las empresas no sólo deberán publicar información sobre su valor financiero, sino el valor social y medioambiental que generan (o destruyen) a todos los grupos de interés en base a un análisis de materialidad. De la misma manera, los consumidores en una economía de impacto verán reflejado el verdadero precio de un producto, incluyendo las externalidades negativas derivadas de su producción”. Así lo explica el primer informe del think tank de Impacto Social de la Cátedra de Impacto Social de la Universidad Pontificia Comillas en el que participaron 50 organizaciones (incluyendo empresas con un marcado carácter social, ONG, inversores, Administración…).
¿Y cómo está evolucionando estas estrategias de impacto social? Según el último informe de SpainNAB, el Consejo Asesor para la Inversión de Impacto,“la inversión en impacto social y medioambiental en España creció un 26% alcanzando los 536 millones de euros. Y ya se ha gestionado un capital de más de 2.375 millones, aumentado un 34% en fondos de capital privado, un 24% en banca ética y social y un 10 % en fundaciones”. Aunque todavía queda mucho por hacer…
Ocurre lo mismo en América Latina: “América Latina es la región más atractiva para fondos de inversión de impacto, con un crecimiento del 21% en este tipo de inversión, versus el 17% del crecimiento mundial. La mayoría liderado por Brasil, Colombia y México. Los desafíos son establecer indicadores y métricas de reporte y evaluación del impacto, así como evitar el greenwashing”, como indica el informe del PNUD (Programa De Las Naciones Unidas Para El Desarrollo) sobre Inversión de Impacto.
Indagamos en ejemplos muy diversos para entender la complejidad de las estrategias de la economía de impacto social, su medición, repercusión en la sociedad, ventajas competitivas y, por supuesto, el efecto en sus empleados y en la filosofía de la propia empresa.
GAWA Capital, España
GAWA Capital es una firma española de inversiones de impacto y microfinanzas con el objetivo de crear oportunidades para las comunidades de bajos ingresos a través de inversiones en empresas sociales. Hasta el momento, GAWA Capital calcula que han asesorado inversiones por un valor de unos 204 millones de euros con el objetivo de “promover el desarrollo socioeconómico en los países emergentes, al tiempo que proporcionamos un rendimiento financiero a los inversores”, tal y como definen en la declaración de intenciones de su web. “Creemos que el cambio real y transformador sólo puede ser impulsado por modelos de negocio financieramente sostenibles que ofrezcan soluciones a medida para problemas críticos como la pobreza o el cambio climático. Cada vez aparecen más empresas sociales de este tipo en todo el mundo, pero no tienen acceso a la financiación que les permita alcanzar todo su potencial. Los inversores de impacto pretenden cerrar esta brecha de financiación, atrayendo la inversión privada a estas empresas al ofrecer a los inversores un impacto social tangible junto con un rendimiento financiero”.
Lo hacen ofreciendo asesoramiento en inversiones de impacto (“inversiones realizadas con la intención de generar un impacto social y medioambiental positivo y medible junto con un rendimiento financiero”) y ‘value investing’ (es decir, esos valores olvidados del mercado que, teniendo unos ratios muy bajos, prevén un gran potencial de revalorización).
De esta forma, más allá de invertir en Environmental, Social and Governance (ESG), se dan herramientas y soluciones a comunidades que lo necesitan, generando cambio, oportunidades y, por supuesto, valor. Es una inversión profunda, que llega a un nivel en el que se cambian vidas y se transforman sociedades. Al ofrecer un rendimiento financiero a los inversores a través de la inversión en entidades sociales, se desempeña un papel crucial en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
Para conseguir estas inversiones, el equipo de GAWA Capital realiza viajes ‘Due Diligence’ de inversión para conocer y hacer seguimiento de los clientes finales, asegurando el impacto social tangible. Los inversores pueden acompañar al equipo en estos viajes, si así lo desean, y conocer de primera mano alguna de las 9 millones de personas (256.000 familias) beneficiadas por este sistema de inversión. Tal es el caso de Daw Thinzar Oo, una mujer emprendedora que creó su propia salsa de tomate y pudo convertirla en un negocio en Yangon (Myanmar); o el Fondo Huruma, gestionado por GAWA Capital, que ha formalizado una primera operación en Perú en una Cooperativa de Ahorro y Crédito (COOPAC) llamada “Norandino”, que atiende principalmente a pequeños agricultores y cooperativas agrícolas activos en las cadenas de valor del café, el cacao, el azúcar y el plátano.
Bagó, Buenos Aires
Bagó es una gran compañía farmacéutica fundada en 1934 por Don Sebastián Bagó. En sus 88 años de vida, pasó de ser el primer laboratorio que fabricó medicamentos en base a la penicilina en Argentina a liderar el mercado latinoamericano y a producir en el mercado ético (es decir, medicamentos cuya venta es por medio de prescripción médica).
Hace años, Bagó decidió implementar, como herramienta de gestión en el marco de la Responsabilidad Social Empresarial, una política de erradicación de todo tipo de violencia y discriminación en la empresa, así como de prevención de violencia doméstica fuera de los marcos empresariales. De esta manera, Bagó responde al ODS 5 (referido a la igualdad entre géneros y al empoderamiento de mujeres y niñas). ¿Cómo empezar a trabajar en ello desde un campo como la farmacéutica?
Para empezar, la empresa colaboró con la Asociación Nacional de Avisadores de Chile (ANDA) para asegurar un código de buenas prácticas en su publicidad, evitando así estereotipos de género. Además, realizaron talleres de lenguaje inclusivo etc. “Actualmente existen más de 80 monitores(as) formadas en la temática, cuyo rol principal es identificar, contener y derivar a la Encargada del Sistema de Gestión de Igualdad de Género con formación académica en Género, quien realiza la evaluación de riesgo, derivación, seguimiento y cierre respectivo. De esta manera, se logra un impacto positivo en el clima laboral de la empresa, en la productividad y en la salud. Además, la medida contribuye con la reputación corporativa, y permite a la organización ser un actor social activo en la construcción de una sociedad más justa, más igualitaria y más inclusiva”, como expone la compañía en los 'Estudios de caso sobre modelos de economía circular e integración de los ODS en estrategias empresariales en la UE y ALC’.
Fuera de la empresa, Bagó continúa con su apoyo en la igualdad de género y en la construcción de una sociedad más igualitaria refrendando iniciativas como el lanzamiento del Manual sobre prevención de Violencia Doméstica en colaboración con la Corporación Domos, una guía de consulta para las empresas que quieran, como Bagó, marcar la diferencia.
Falabella, Chile
La plataforma de retail más grande de Latinoamérica nació en Chile a finales del siglo XIX como una gran sastrería. Hoy en día, centran su estrategia en la resiliencia, en la sostenibilidad y, por supuesto, en las ventas. Su último informe es todo un canto al impacto social, concepto que llevaron al máximo durante los meses de confinamiento y pandemia, tratando de mejorar la situación de sus partners y de diversos colectivos de creadores y artesanos. Es el caso del programa ‘Emprende con Falabella’ con el que permitieron que emprendedores locales, microempresarios, comercializaran sus productos sin comisión de venta durante 3 meses en la plataforma de Falabella “a la vez que recibieron capacitación y apoyo de nuestros expertos”. En Chile, por ejemplo, colaboraron con la Fundación Artesanías de Chile beneficiando a más de 2300 artesanos. También lanzaron la iniciativa ‘Arte Falabella’ “democratizando el arte local” a través de la selección y venta del trabajo de 40 artistas… y tantas otras iniciativas en otros países en los que opera como Perú y Colombia.
En cuanto a la estrategia verde, Falabella es la única empresa chilena que aparece en el Índice de Sostenibilidad Dow Jones, gracias a sus programas de medición de huella de carbono, su compromiso con las Renovables No Convencionales…
Pero fuera de sus oficinas, Falabella expande la palabra del impacto social con políticas para la igualdad de género y la educación. Durante la pandemia crearon la plataforma ‘Haciendo Escuela en tu Casa’, una continuación de su gran apuesta ‘Haciendo Escuela’, que lleva ya más de 51 años ayudando al desarrollo de comunidades.
Para terminar, en Falabella destaca una gran ambición por la transparencia, sometiéndose a auditorías así como sometiendo a sus proveedores para “buscar un estándar de alta responsabilidad en nuestra cadena de valor, a la vez que facilitamos el traspaso de buenas prácticas para su desarrollo responsable”.
En definitiva, que una empresa sea responsable implica que trasciende lo meramente económico: el plano social y el plano medioambiental son inherentes a la realidad empresarial (y a la que trasciende las paredes de los despachos).